jueves, diciembre 14, 2006

EL CALICO DE VUELTA


Hace poco Calico Nattergalec regresó al país de la canela; una larga ausencia lo mantuvo alejado de quienes el tanto añoró en la larga travesia.

La ruta no fué facil, debió sortear peligros, sin embargo al final pudo sentir con la misma satisfación de una ave libre, que las fronteras solo las ponen los hombres por ciertos complejos de superioridad y que las cadenas no atan, són tan solo un reto para probar nuestras virtudes.

Así, aquella mañana de noviembre, del nido de un transatlántico, partió al azul del cielo quiteño. Con las alas extendidas, con la fuerza de treinta y cinco fenix, con una herida de quinientos años, con la sed de la chicha purificadora, con mil hambres de luchas y triunfos, con todo el peso de los Andes en la espalda y con todo un mar de retos por delante.

El primer beso, el primer rostro cercano, el primer aire compartido, el primer abrazo, lo recibió de su sangre. Con amor, con pasión, con todas esas ganas que se tenian guardadas, con la voluntad, la predisposición y el deseo de danzar los rituales ancestrales.

Fueron cinco lunas de recorrer otros cielos, cinco lunas de volar junto a otras aves, cinco lunas de otros aires. En el norte estuvo, forastero fúe.
Forastero como el maíz, forastero como la chuquiragua, forastero como el rondador. Forastero como forastero es el sol en el norte del mundo.

Regresó al país de la bocina y el pingullo, al país de los ponchos rojos, al país de la eterna primavera, al país donde se llega y desde donde se parte. Se parte doblado de dolor por los que se quedan esperando. Y a donde se llega, escuchando el grito de la esperanza.

Karelec@yahoo.com